«El último combate de Santiago Sánchez» por Alberto Palacios Santos

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Relato ganador del Premio Pérez-Taybilí 2017

Santiago Sánchez llegó a Toledo de madrugada.

Cuando aparcó junto al hotel y bajó de su coche la niebla cubría la carretera y, por prudencia o por superstición, no se atrevió a hacer rodar su maleta. Llamó al timbre y le pareció que, sin duda, aquella chicharra había despertado a todos los huéspedes. Tardó más de cinco minutos en encenderse una luz lejana, después se iluminó el recibidor y, al poco, apareció una mujer de mediana edad vestida con un pantalón azul oscuro y una camisa blanca.

̶ ¿Tiene reserva?

̶ Sí, les llamé esta tarde avisándoles que no podría llegar hasta las dos y media, soy Santiago Sánchez.

Al oír su nombre la mujer bajó la mirada y miró las manos del huésped buscando en ellas algo extraordinario, pero solo pudo ver unos dedos huesudos agarrados a una maleta de color azul.

II

El ruido del timbre sacó a Vero de un sueño demasiado intenso.

Había tardado mucho en dormirse y sintió que ya no iba a lograrlo en toda la noche. Se levantó y salió al balcón, llevaba puesto un salto de cama rojo que hacía juego con la decoración de la habitación y que nunca se había sentido con ánimo de llevar.

En el exterior la niebla lo cubría todo y el mundo entero parecía que había desaparecido. Encendió un cigarrillo, abrió una botella de whisky y pensó en que el paso que estaba dando cambiaría al fin su vida.

III

Cuando entró en la habitación lo primero que hizo Santiago fue encender el televisor. Después abrió su maleta y sacó una botella, buscó en el mueble bar, encontró un vaso de whisky, lo llenó hasta la mitad, tomó un trago largo y se tumbó en la cama.

Pensó en que Gárate, su entrenador, llegaría mañana justo antes del combate, pensó en sus palabras antes de despedirse, ‘no hagas ninguna tontería, ve directo al hotel y no te despistes’.

Gárate estaría orgulloso de él, había llegado a Toledo a las dos de la madrugada y en lugar de distraerse en cualquier club nocturno, había ido directo a este hotel de carretera. Esta noche a descansar y mañana la pelea con el manchego. Pero ahora necesitaba relajarse, tomar una copa y ver la tele mientras llegaba el sueño.

IV

Verónica lleva dos días y tres botellas en la habitación 313, el primero se atrevió a cruzar la carretera e internarse en un bosquecillo en el que era fácil imaginar que entre la niebla se escondían duendes, hadas y animales fabulosos. En medio del paseo estalló una tormenta y cuando consiguió volver al hotel, empapada, llovía como suele llover en las películas momentos antes de que vaya a ocurrir algo irremediable.

V

La última vez que estuvo en Toledo, Santiago Sánchez tuvo que buscar un dentista, lo recuerda como si fuera ayer, y sonríe. Santiago sabe que cuando le vienen a la cabeza combates de hace más de cuatro o cinco años es que el whisky está haciendo efecto, si además los perdió y los recuerda con nostalgia es que ya está en ese punto óptimo de la bebida en el que la vida comienza a ser amable.

Aquel de Toledo fue su último combate en el peso ligero, poco después subió dos categorías y empezó a combatir en el Wélter. Fue su mejor época, unos años en los que ganó mucho dinero y su vida parecía que iba hacia adelante.

Luego todo se fue torciendo.

VI

Vero fuma negro y siempre huele a tabaco, su cara es de rasgos suaves y redondeados y sus ojos almendrados como una pintura de Modigliani. Tiene la piel suave y el pelo castaño recogido con cuatro horquillas. Cuando se ríe se le nota una pequeña cicatriz en la comisura de la boca.

VII

Desde hace unas cuantas temporadas Santiago ha descubierto la magia del azar. Prueba suerte con todos los juegos que conoce, visita con frecuencia el casino y participa en apuestas deportivas. Santiago cree que la casualidad gobierna la vida y que la suya está detrás de alguna serie de números. A veces, cuando la suerte le resulta esquiva, Santiago trata de intervenir, pero entonces no se le puede llamar azar sino destino.

VIII

Vero quiere tomar las riendas de su destino. Su vida se ha ido enredando demasiado en los últimos tres años. Pensó que una pequeña aventura con un hombre más joven le daría un nuevo aire a su existencia y que la diferencia de edad y de posición le permitiría manejar la situación como quisiera. Pero las historias no siempre salen como uno las sueña, y la aventura hacía tiempo que se había convertido en una pesadilla, y su amante amenazaba con hacer saltar por los aires su pequeña vida burguesa.

Verónica supo de la existencia de Santiago Sánchez por casualidad, gracias a una noche en que acudió con su marido al Casino y, mientras su esposo lo perdía todo en la ruleta, ella escuchó a un barman hablar de él.

IX

Santiago bebe un whisky escocés de 45 grados y 12 años. La botella tiene una etiqueta con el dibujo de la cabeza de un animal del que no sabría decir su nombre.  La habitación del hotel en la que se aloja Santiago es la 314. El combate en Toledo ha llegado en el momento en que Verónica lo necesitaba.

Destino.

X

Vero no cree en el azar, si acaso en el whisky y en las habitaciones de los hoteles. Por un momento piensa en la cantidad de gente que ha debido pasar por ese mismo cuarto, imagina con envidia o quizás con melancolía sus pequeñas historias, en parejas felices de vacaciones, en encuentros furtivos de amantes, en el paraíso y el infierno separados por un simple número de habitación.

Verónica se ayuda de un trago para imaginar su propia historia, una hora después ya tiene la botella vacía y su vida reconstruida.

XI

Antes de terminar su botella a Santiago Sánchez le asalta una sensación extraña y no sabe cómo llamarla o cómo interpretarla porque nunca antes la había tenido. Santiago siente muy dentro de sí, en un órgano que, de existir, estaría situado entre el bazo y el estómago, la certeza de que su vida no es su vida.

XII

Vero entra en su habitación, se quita el salto de cama y pasa al cuarto de baño, manipula los grifos de la ducha y deja que salga el agua un buen rato mientras se mira, desnuda, en el espejo del baño. Sujeta su cigarrillo con los dedos índice y corazón de la mano izquierda y ve frente a ella a una mujer más mayor de lo que creía, pero también ve a una mujer nueva. Trata de no fijarse en los moratones del hombro, del pecho, de la barriga. Después, la niebla se instala en la habitación y el vapor de la bañera va invadiendo el espacio hasta que su imagen desaparece del espejo.

XIII

Santiago escucha el ruido del agua cayendo en la habitación de al lado. Recuerda que tendría que llevar dormido desde hace dos o tres horas y que mañana tendrá que mentir a Gárate, después mira inconscientemente hacia su botella de whisky vacía, el animal de la etiqueta le mira con ojos burlones, se ríe de su poca fuerza de voluntad  y Santiago estrella la botella contra la pared del fondo.

XIV

Vero sale de la ducha y se envuelve en una toalla blanca. Ha oído el golpe de la habitación 314 y se da prisa en secarse el pelo y vestirse. Sabe que tiene una cita en cuanto amanezca y ya no queda demasiado.

XV

Santiago se queda dormido y a la hora de la cita tiene puesta aún la misma ropa con la que llegó al hotel, y un sabor amargo en la boca que no sabe si es cosa suya o consecuencia de la botella de whisky. Se lava la cara y se cambia de camisa, se peina y baja a la cafetería.

XVI

Verónica espera sentada bajo varias fotografías en blanco y negro de hombres y mujeres que la miran desde otro tiempo con extrañeza y con cierto aire de reproche, como si realmente supieran quién es y por qué está allí.

Ha empezado a llover y la lluvia le provoca una sensación de irrealidad que le hace pensar en levantarse y marcharse de la cafetería. En ese momento un camarero se le acerca y le pregunta qué desea.

̶ Un café con leche, largo de café, por favor.

XVII

Santiago llega a la cafetería con aspecto de haber dormido en la calle, lleva una americana que le queda demasiado estrecha y los mismos pantalones con los que viajó y con los que se ha acostado. Se fija en Vero y la mujer le hace una señal moviendo la taza de café como si fuera a brindar con ella, Santiago se sienta enfrente de Verónica.

XVIII

Vero se lo imaginaba de otra manera, más joven quizás, con mejor aspecto, más moreno y con más pelo. Santiago ronda los cuarenta, tiene una ceja partida y los ojos hinchados, su pelo es claro y escaso. Todos menos Vero saben que en el mundo del boxeo se le conoce como ‘El Rubio’.

XIX

‘El Rubio’ pide un café solo y algo para comer, el camarero le deja la carta y le sugiere la bollería recién hecha. Hasta que el chico no se va, Santiago no se dirige a Vero.

̶ ¿Encontró bien el hotel?

̶ Sí claro, además he dormido aquí dos días.

̶ ¿Ah sí? Pensé que era usted de Toledo.

̶ Vivo en Madrid, pero no quería llegar tarde a la cita.

̶ Ya ve, al final el que ha llegado tarde he sido yo, lo siento, me quedé dormido a última hora.

̶ ¿Duerme mal?

̶ Los días que tengo combate no pego ojo.

̶ Ah sí, me dijo que era usted…

̶ Boxeador, lo era y lo sigo siendo hasta que pueda retirarme.

̶ ¿Cuándo piensa hacerlo?

̶ Puede que el de hoy sea mi último combate.

̶ Me refiero a mi encargo ¿cuándo estará listo?

̶ ¿Ha traído la foto?

Vero le acerca a Santiago una fotografía en 10 x 15 en la que se ve a un hombre joven y sonriente, lleva una cazadora de cuero y se adivina que está sentado sobre una moto.

̶ Es de hace dos o tres meses, tiene el mismo aspecto, la misma moto y la misma sonrisa.

̶ ¿Cómo quiere que sea el susto?

Vero se sonroja, mira a su alrededor y ve que el camarero se acerca con el café y dos bollos para Santiago, espera a que sirva la mesa y después continúa hablando.

̶ No lo sé, eso es cosa suya, lo único que quiero es que a ese hombre le quede muy claro que no debe volver a acercarse a mí ni a mi casa.

Santiago se da cuenta de que, a pesar de su aspecto frágil, Vero es una mujer capaz de hacer cualquier cosa, le gusta el mohín de sus labios cuando está tensa.

̶ Lo haré hoy mismo, después del combate.

̶ ¿Le dará tiempo?

̶ Me quedaré en este hotel hasta mañana, después de los combates no suelo dormir  así que tendré entretenimiento. Estaré en Madrid en menos de una hora, haré el trabajo y cuando todo termine vendré, recogeré mis cosas y a mi entrenador y volveré a mi casa.

A Verónica le impresiona la facilidad con la que un matón explica cómo va a hacer su trabajo, le sigue costando imaginarse a Santiago dándole un susto a su amante, pero se da cuenta de que su mirada es como la de un niño y de que no la va a engañar. Antes de que se lo pida, Vero le acerca un sobre con el membrete del hotel en el que ha metido cuatro mil euros. Santiago lo recoge, sonríe y lo guarda sin abrirlo. Después le da las gracias, no sabe qué decir y vuelve a hablar de lo único que le interesa.

̶ Si todo va bien esta noche disputaré mi último combate.

̶ ¿Tiene dinero para poder retirarse?

̶ Claro que no, pero espero que me recomiende a sus amigas.

XX

Vero retira la mirada, hace memoria, por si le queda algo que decir a Santiago, después apura su café, deja un billete de veinte y se levanta, mientras lo hace le recuerda al ‘Rubio’ que no se han visto nunca.

Santiago Sánchez se queda solo en la mesa y desayuna con apetito, mientras lo hace una camarera muy joven se acerca a él con el periódico del día en las manos.

̶ Disculpe señor.

Santiago alza la mirada de la taza de café y la posa en los ojos muy abiertos de la camarera.

̶ ¿Sí?

̶ ¿Es usted Santiago Sánchez?

Santiago siente por dentro algo parecido al orgullo, mira de arriba abajo a la chica y para su mirada en sus pechos tras la camisa blanca ajustada.

̶ Sí, yo soy ‘El Rubio’.

̶ ¿Le importaría firmarme esta foto del periódico?

Por un momento Santiago olvida la resaca, olvida el encargo de Verónica y hasta olvida que hoy disputará su último combate.

̶ Claro, ¿cómo te llamas, guapa?

̶ No es para mí, es para mi padre, le admira a usted desde hace muchos años, irá a verle pelear esta noche.

XXI

Y Santiago siente que la niebla ha pasado del paisaje a su cabeza.